viernes, 4 de julio de 2014

La prensa libre no se toca y menos un político




En las últimas horas, a más de uno se nos han puesto los pelos de punta al escuchar a Pablo Iglesias (no necesita presentación) proponiendo el control público de los medios de comunicación. En su cruzada contra todo lo establecido, ahora la emprende contra los medios, los mismos que ha utilizado para hacer su campaña y buscar un sitio en el espacio público. Pone de ejemplo la Ley Orgánica de Comunicación de Ecuador. Eso es muy sencillo cuando uno vive y trabaja en un país libre y democrático en el que los medios no están amordazados y por ende, él puede hablar y hacer sus proclamas antisistema sin ningún tipo de censura. Sin embargo, los países que le inspiran, como Venezuela, Argentina y el mismo Ecuador, se han caracterizado por un acoso constante a los periodistas.

Por suerte para los que nos dedicamos a esta profesión a este lado del Atlántico, ya sea a tiempo completo en una redacción, formando a futuros periodistas en las universidades o escribiendo columnas de vez en cuando, tenemos un flamante apartado en la Constitución española vigente. Por si no lo sabe Iglesias, el artículo 20 de la Carta Magna reconoce y protege, entre otros, el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. Asimismo, en el 20.2 se subraya que “el ejercicio de de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa”. Pero escuchar a un político, que es lo que es este señor, hablar de “una regulación que garantice la libertad de prensa” suena cuanto menos a mordaza. Garantizar la independencia y libertad de los medios es algo que no puede hacerse si se tienen en mente otros intereses, y los de Iglesias parecen estar bastante cercanos a las de regímenes poco democráticos.  Pero para matar sus ansias de control, como también recoge la Constitución “la ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España”.

Pablo Iglesias se ha integrado en la casta como político con sillón en el europarlamento. Y escuchar a un político con ansias de meter mano ahí donde no puede, no solo choca frontalmente contra los derechos de los ciudadanos de saber y de controlar a los poderes públicos, (que son a los que hay que tener a raya para que no abusen de su poder), sino que da miedo. Pero parece que no sabe que la prensa nació como medio para controlar a los gobiernos; como “el perro guardián de las democracias”. Y en España ha sido quien ha destapado los grandes casos de corrupción de los últimos años. 



Todo esto lo dice siendo un político de plató que cada sábado por la noche (y cuando tiene oportunidad), se sienta en una televisión privada perteneciente al mayor grupo multimedia de España, a hacer constante campaña de acoso y derribo contra todo aquello que él representa y de lo que se beneficia. Menos mal que lo hace desde una compañía de medios que emplea a 1829 personas y que, además de pagar su sueldo y los impuestos, el año pasado recaudo más de dos millones de euros para Cruz Roja, Aldeas Infantiles y Banco de Alimentos ayudando así a 8.000 familias y a 4.000 niños. Y digo menos mal, porque esto demuestra que los pérfidos empresarios de medios que desarrollan su actividad manteniendo sus compañías a flote a pesar de gente como Iglesias, creen en la libertad de expresión y en la diversidad. Porque si el panorama fuese como dice Iglesias, nadie daría ni medio minuto de su espacio televisivo a un hombre que intentan tirar por tierra su negocio. 

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