jueves, 8 de enero de 2015

Je suis Charlie



Están locos. Son unos fanáticos. No nos representan, ni lo harán nunca. Ni siquiera representan a los musulmanes decentes que muchas veces por miedo son incapaces de alzar la voz (aunque es necesario y lo esperamos). 

Sus tiros son nuestra razón para defender y luchar por nuestra libertad, porque nos jugamos mucho. Doblegan a sus mujeres, les impiden conducir, estudiar o elegir su estado civil; destruyen las ciudades, la cultura y la civilización; aplastan nuestras ilusión, nuestros ideales y todo por lo que han luchado y muerto nuestros antepasados a lo largo de los últimos siglos. Y sobre todo, usan el nombre de Dios en vano como arma de poder. Esta vez entraron en la redacción de la publicación francesa buscando venganza en nombre de Alá; mostrar a Dios como un asesino vengador les convierte en seres viles. Porque Dios es un Padre amoroso. Y el amor no se impone y menos con sangre.

Balance de la violencia contra periodistas. 
La libertad de expresión es necesaria en democracia; es imprescindible para construirla. Los "sociópatas del califato" son incapaces de difundir sus ideas porque las imponen con miedo, violencia y sangre; y las ideas construidas con sangre solo sirven para callar bocas y atrofiar mentes. Así es imposible hablar de democracia. Probablemente esta idea les quede demasiado grande pero no por ello se puede dejar estos pueblos en manos de asesinos fanáticos, que nada tienen de religiosos y si de terroristas. Sin embargo, Occidente ha subestimado estos atentados contra la libertad de expresión y ha dado la espalda a todos estos actos que año tras año se repiten en muchos países. Sin ir más lejos, el reciente 2014 deja una saldo de 66 periodistas asesinados, 119 secuestrados y 178 encarcelados, siendo todos ellos atentados contra la libertad de expresión pero perpetrados en países como Siria, Irán, China o Palestina. Todos ellos están "muy lejos de occidente". Ahora nos duele porque nos han herido de muerte en el corazón de la vieja Europa, precisamente en la cuna de la Ilustración que fue el germen de nuestros actuales sistemas políticos. Quizá sea un aldabonazo para nuestras conciencias, ya inmunes ante los atentados que día a día matan lenta y cruentamente a esos países donde hay tantas carencias, que la falta de libertad de expresión parece ser un mal menor. Aun así,  el derecho ejercido con la pluma y la palabra es digno de ser defendido siempre por la vía pacífica, sobre todo cuando se pretende amordazar con la violencia.


Hoy más que nunca nuestros pensamientos y oraciones están en Francia con los familiares de las personas asesinadas; con la gran familia del periodismo. DEP.


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